Aves de norte y sur américa viajan hasta los humedales de Bogotá para pasar las épocas invernales de sus regiones. Recorren largas distancias con el fin de encontrar un ecosistema que les permita quedarse hasta su regreso. Pero, al llegar a los humedales descubren que hay menos árboles donde construir sus nidos y agua contaminada por desechos humanos. Estos factores afectan la vida de estas y otras especies que empiezan a reducir su número y a estar más cerca de la extinción.
Mientras que los animales enfrentan este problema, los bogotanos ven a los humedales como botaderos de la basura de las viviendas del sector o terrenos que deberían convertirse en el siguiente carril de una avenida o un nuevo edificio de viviendas u oficinas. De hecho, así es como, históricamente, los humedales han perdido grandes cantidades de terreno ya que se ha incrementado la demanda de viviendas por el crecimiento de habitantes en la capital.
El humedal Córdoba es un ejemplo de la reducción progresiva de espacio que han tenido que enfrentar los humedales. Al ser estos grandes extensiones de vegetación y cuerpos de agua habitados por variada flora y fauna, cada vez que se realizan estas construcciones la vegetación se reduce, así como el terreno que poseen los animales para vivir y reproducirse. En el siguiente mapa interactivo podrá ver la transformación de este humedal. Mueva la barra del centro de lado a lado para descubrirla.
A pesar de que todos los humedales que tiene la capital de Colombia están intervenidos por gran cantidad de construcciones, aún existen más de 600 especies de animales que los habitan, asegura Mateo Hernández, experto e investigador de la fauna de los humedales de Bogotá.
Los humedales de Bogotá acogen a 188 especies de aves de las cuales 65 son migratorias. Pablo Guevara, guía independiente de humedales, afirma que 60 de estas especies migratorias se denominan boreales, es decir, que vienen de Alaska, Canadá, Estados Unidos y el norte de México, y las cinco restantes llevan el nombre de australes, por lo que vienen de Chile y Argentina.
Las 123 especies de aves restantes son autóctonas de Bogotá, entre ellas están: la tingua bogotana, el cucarachero de pantano, la tingua de pico verde, el copetón y la monjita bogotana. En cuanto a especies de mamíferos que habitan los humedales se encuentran: los armadillos, conejos, ardillas, comadrejas, zorros, musarañas, ‘chuchas’ o zarigüeyas y ‘curíes’.
Cualquiera de las especies que habitan los humedales necesita un espacio propicio para vivir, refugiarse, alimentarse y reproducirse. Este espacio puede darse en varios humedales, lo cual permite que las diferentes especies puedan ocupar más de un humedal aunque se encuentren lejos unos de otros, cuenta Guevara. En el siguiente mapa podrá conocer los 15 humedales reconocidos por la Alcaldía de Bogotá y los 17 no reconocidos que enumera la Fundación Humedales Bogotá. De clic en los íconos del mapa para descubrir más detalles.
La posibilidad que tienen los animales de encontrar un espacio adecuado para vivir en más de un humedal ha ayudado a rescatar especies que se encontraban en peligro de extinción. Un ejemplo que da Jorge Escobar, director de la Fundación Humedales Bogotá, es el pato turrio, especie que logró salvarse de desaparecer por encontrar un lugar propicio para reproducirse. Este es el caso del humedal Santa María del Lago que tuvo una mejora en la calidad y magnitud de sus espejos de agua, así que el pato turrio encontró las condiciones necesarias para hacerlo su hábitat y reproducirse.
El funcionamiento de los humedales es de manera cíclica. “Talas un árbol, no hay comida, no hay techo, no hay dónde criar especies, no hay cópula, por lo tanto no hay futuras generaciones, así que la densidad poblacional automáticamente va disminuyendo”, afirma el biólogo Eduardo Campos. En este sentido, tanto los animales necesitan de un ecosistema apropiado, como el humedal necesita de una fauna que mantenga equilibrado el ecosistema. Esto sucede, por ejemplo, cuando las especies se alimentan de la vegetación, pero siembran nueva flora a partir de las semillas que dejan por la tierra.
Esta relación de dependencia entre el ecosistema y la fauna es importante para entender los procesos por los que algunos animales de los humedales han entrado en peligro de extinción. La Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte aseguró en el 2010 que hacía 30 años, en el 1980, los humedales ocupaban 50 mil hectáreas de la ciudad mientras que en ese momento ocupaban 800 hectáreas. Esta cifra ha disminuido en los últimos 10 años a aproximadamente 726.08 hectáreas, sumando el área de cada uno de los humedales reconocidos. Esta reducción de vegetación y de los cuerpos de agua han afectado a algunas especies de aves como el cucarachero de pantano y la tingua de pico amarillo.
Son diversas las razones que conducen a que las especies se encuentren en peligro de extinción. Pablo Guevara y Eduardo Campos aseguran que la gran cantidad de luces de los carros, locales y postes cercanos a los humedales afecta la reproducción de insectos como las luciérnagas, ya que ellas se comunican y reúnen a partir de la luz que emiten, así como por la falta de cobertura vegetal. También, el cambio en la temperatura, acidez y ph del suelo ha afectado a otros insectos como los cucarrones que disminuyeron su número en humedales como La Conejera y El Burro por el uso de productos químicos en cultivos cercanos.
Campos también explica que los desechos de las viviendas e industrias llegan a los humedales así como todo lo que las personas botan a las calles. Los perros que las personas abandonan forman jaurías que cazan a los animales pequeños e incluso juegan con ellos. En pocas palabras el biólogo asegura que “el problema de los humedales de Bogotá somos los bogotanos”.
El cucarachero de pantano, un ave autóctona del país, hace parte de las especies que están en peligro de extinción por las acciones humanas. En este caso Jorge Escobar, advierte que en un estudio realizado en 2014 encontraron una pareja de esta especie en el humedal Tibanica. “Después de eso se dieron cuatro incendios en el humedal, y no fortuitos, han sido incendios provocados, de manos criminales, a veces, y otras han sido por habitantes de calle, que hacen fogatas y desatan el incendio”, cuenta el investigador.
Los incendios que se han presentado en los dos primeros meses del 2020 en este humedal, empeoran el panorama para esta especie que requiere de amplias extensiones de junco, la planta acuática donde se reproduce.
Las alteraciones a estos ecosistemas también afectan a mamíferos como la musaraña de Thomas, una especie muy difícil de localizar en los humedales de la ciudad. Es un animal pequeño (mide de 4 a 6 centímetros), nocturno, tiene una visión reducida y se orienta mediante los sonidos. En el siguiente podcast, Escobar cuenta su experiencia al encontrarse con esta especie y ser segundo en registrarla, luego de la Fundación Humedal La Conejera.
Son grandes los esfuerzos que han hecho fundaciones y amantes de los animales para conocer acerca de las especies y mejorar el ecosistema en el que conviven. Incluso, desde las entidades gubernamentales se han hecho algunos desarrollos al respecto, aunque con algunas falencias que retrasan el mejoramiento de estos espacios.
El ente gubernamental encargado de la protección de los humedales de Bogotá en el primer periodo de Enrique Peñalosa (1998 - 2000) fue el Acueducto de Bogotá hasta la alcaldía de Gustavo Petro (2012) que se le entregó esta responsabilidad al Jardín Botánico. Cuando volvió Peñalosa en el 2016 se lo adjudicó a la Secretaría Distrital de Ambiente.
Sobre estos constantes cambios Escobar afirma que el proceso de conservación se perjudicó porque cada entidad tuvo que aprender el proceso que llevaba cada responsable anterior y al ser entidades supeditadas a la alcaldía de turno, el cuidado que se le brinde a estos ecosistemas será reflejo de sus intereses políticos.
La norma vigente sobre el manejo de los humedales es el Decreto 624 del 2007, según la Secretaría Distrital de Ambiente. Su objetivo es “conservar los ecosistemas de humedal por el valor intrínseco de la vida que sustentan, y los bienes y servicios que ofrecen, siendo todo ello imprescindible para el desarrollo sustentable de la ciudad y la región”.
Sin embargo, según Escobar, las leyes no se ejecutan a cabalidad. “Si se cumplieran, seríamos una ciudad con unos humedales impresionantes, mucho más recuperados y una ciudad más adaptada al cambio climático, pero la verdad es que hemos dependido de que el alcalde de turno le de la importancia que considere”, dice el director de la fundación.
Para que los humedales de Bogotá puedan recuperarse, coinciden los expertos Guevara y Campos, se necesita conciencia ciudadana, que las personas le den importancia a esta problemática ecológica y se convierta en un tema central de la agenda pública. Hay ciudades que después de construir en todos sus humedales empezaron a hacer humedales artificiales por la importancia de estos en el manejo del agua lluvia y la calidad del aire.
En Bogotá, a pesar de que se han perdido más de 49,200 hectáreas de humedal se trabaja por la recuperación del porcentaje restante. El Humedal El Burro es un ejemplo de un ecosistema que aunque está en la urbe y fue intervenido, ha mejorado la calidad de sus espejos de agua. Descúbralo en el siguiente mapa interactivo al mover la barra del centro de lado a lado.