La falta de alternativas en transporte en el norte de Bogotá ha generado un mercado paralelo de los conocidos “bicitaxis”. Un gremio que más allá de ser inseguro y no asumir las prestaciones sociales de quienes trabajan allí, presenta riesgos para los usuarios y otros peatones.
Las madrugadas para María Ferrer son muy agitadas. Cada jornada matutina es un afán constante por conseguir transporte a las 5 a.m. y llegar a tiempo a su trabajo como contadora a 6.5km de donde vive. Su salida del barrio Villas de Aranjuez, localizado en el nororiente de Bogotá, es cada vez más caótico desde que vive en el sector hace seis años. Arribar a su trabajo antes de las 7 a.m. no depende únicamente de su horario. También depende de la suerte que tenga María en conseguir algún transporte que la traslade desde su edificio hasta el portal de Transmilenio más cercano, a 3 km de distancia.
Hace algunos años, María optó por utilizar el Sistema Integrado de Transporte (SITP), sin embargo, tuvo una experiencia “desgastante”, según cuenta ella. Por más temprano que saliera al parador más cercano, María se encontraba siempre con filas interminables y en ocasiones, más de 40 minutos de pie esperando el próximo bus.
Como alternativa, María escogió utilizar taxi. Sin embargo, los costos de este transporte no se ajustaban a su presupuesto ya que, en aquel entonces, la tarifa mínima para usar taxi era de 4.300$. Pero desde hace un año, María se decantó por utilizar el “bicitaxi”, una estructura metálica de 2 metros cuadrados que transporta en cada “viaje” entre dos y cinco personas por las calles del barrio Toberín. Este método de transporte, que no tiene seguro, cinturones de seguridad, o siquiera ventanas, ha sido la única opción para más de 5.000 bogotanos que, según la Alcaldía de Bogotá, tienen que usar este medio de transporte desde 2014.
La crisis del transporte en Bogotá es un problema de larga data. Incluso desde el Departamento Nacional de Planeación (DNP) se ha alertado que conforme pasan los años, se “avecina el colapso de la movilidad” en la ciudad. Por ello, la opción de usar bicitaxis, aunque insegura y sin ninguna regulación, ha sido una alternativa muy viable para sus usuarios.
Los bicitaxis están organizados hace 20 años, así lo menciona Alba Carrillo, la administradora de rutas en la zona de Toberín. Sin embargo, sigue sin haber una regulación como tal y unas garantías. “Los motores se han reemplazado, en Bogotá tenemos una federación que cuenta con 20 rutas, prestamos un servicio puerta a puerta para ancianos e incluso personas enfermas que necesitan un servicio más personalizado”.
“Pagamos DIAN, Cámara de Comercio y otros impuestos”, Alba considera que este servicio que ofrecen tiene muchas facilidades para los ciudadanos. Claramente es un servicio que se ha tratado de regular, pero siguen existiendo muchos vacíos más que todo en la seguridad tanto del conductor como del usuario.
Según su experiencia, Ferrer utilizaría cerca de un 30 % de tiempo más si utilizara los buses del Sistema Integrado de Transporte; es decir, mientras que con un bicitaxi emplea cerca de 25 minutos entre la recogida y la llegada a su destino, con un bus ha llegado a demorarse casi una hora. No obstante, María entiende que utilizar este transporte implica “fomentar un mercado que no está regulado”.
Por ejemplo, Ferrer explicó el malestar que siente cuando utiliza los bicitaxis al “sentir un olor insoportable a gasolina. Es como si hubiese una fuga”. Además, los olores y la falta de seguridad y lineamientos no es lo único que no está regulado para este tipo de transporte. El precio al usuario, que es uno de los factores más importantes a la hora de prestar un servicio, es otra de las aristas que no se encuentran reguladas.
Dentro de las principales críticas que ha encontrado la Alcaldía frente a este medio de transporte es el olor al que Ferrer se refiere. Según un censo realizado por esta entidad en 2022, al menos 1.150 de los que circulan en la capital tienen un motor “artesanal”. Según la resolución 3256 de 2018 del Ministerio de Transporte, dentro de las pocas prohibiciones que tienen los bicitaxis, una “fundamental” es la de no permitir que estos vehículos sean motorizados.
Dentro de las principales críticas que ha encontrado la Alcaldía frente a este medio de transporte es el olor al que Ferrer se refiere. Según un censo realizado por esta entidad en 2022, al menos 1.150 de los que circulan en la capital tienen un motor “artesanal”. Según la resolución 3256 de 2018 del Ministerio de Transporte, dentro de las pocas prohibiciones que tienen los bicitaxis, una “fundamental” es la de no permitir que estos vehículos sean motorizados.
Los riesgos de los bicitaxis en Bogotá, y ante todo en Toberín han sido expuesto en repetidas ocasiones. Angélica Lozano, antigua concejal de la ciudad, denunció en 2014 que ni la Policía ni el distrito tenían información precisa sobre este nuevo gremio de transporte. Incluso, para Lozano, no hay siquiera datos que indiquen cual es la accidentalidad de los conocidos “triciclos”, lo cual significa un riesgo aún mayor para todo aquel que trabaje o utilice este medio.
Ya no son los mismos “triciclos”, evidentemente se han venido adecuando con el paso de los años y han presentado grandes mejoras. En el año 2018 el Ministerio de Transporte publicó la resolución 3256 donde dispone la función que pueden llevar a cabo los bicitaxis siempre y cuando cumplan con las siguientes condiciones: Calidad y nivel de servicio, seguridad, comodidad y operación. Condiciones que los bicitaxis no cumplen a cabalidad.
Para Anthony Puentes, quien vive desde hace cinco años de “pedalear, pedalear y pedalear”, los riesgos de trabajar en un bicitaxi son secundarios. Anthony, que es un ciudadano venezolano, afirma que no tiene los papeles necesarios para poder optar a un trabajo “formal”. “Antes cargaba bultos de comida en Paloquemao. Ahora trabajo con mi esposa y entre los dos sacamos a nuestras dos hijas con este trabajo. Este es nuestro sustento”.
En un día de trabajo, Anthony afirma que logra recaudar entre 50 y 60 mil pesos, lo que significa “una buena plata”. Sin embargo, hace cerca de dos años, Anthony decidió que si instalaba un motor a su bicitaxi podría llegar a recoger más dinero. “Aquí en Toberín toca así”, cuenta Anthony, quien ya ha sido advertido que puede ser multado e incluso su vehículo podría ser decomisado por tener un motor. “Eso es a lo que uno se arriesga. Acá no hay seguridad para uno. Nadie le responde por lo que me llegue a pasar o le pueda pasar a los peatones”, opina Anthony frente a la falta de regulación.
Aunque el Ministerio de Transporte haya emitido circulares que regulan los “mototaxis” a nivel nacional, ciudades como Bogotá no han concluido los trámites dentro del Concejo para que haya luz verde o no a este medio de transporte. Ante la incertidumbre, los mototaxistas de Toberín optaron por organizarse y crear una personería jurídica que “los proteja de cierta forma”, según explica Catalina Riascos, una de las administradoras de la asociación de bicitaxis del barrio.
Para Riascos, así como para Anthony, “es importante que se regule este trabajo. Por lo menos habría un apoyo el gobierno. Es que estamos hablando que esto ya se convirtió en un modelo de transporte, quizás no está formalizado, pero somos un medio de transporte. Si esto ayuda a la gente, ¿por qué no regularlo como tal?”.