Lo que es con Paloma es conmigo

Martes, 19 Abril 2016 10:37
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En la bancada del Centro Democrático está la controversial Paloma Valencia. Abogada, filosofa, escritora y ante todo, uribista.

Senadora Paloma Valencia|||| Senadora Paloma Valencia|||| Foto tomada del archivo de El Tiempo.||||
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En la bancada del Centro Democrático está la controversial Paloma Valencia. Abogada, filosofa, escritora y ante todo, uribista.

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Paloma se frota repetitivamente los ojos en señal de cansancio. En los párpados descansan ríos púrpuras que nacieron de noches en vela y días sin tregua. No aparenta sus 38 años. Su atuendo es casi el mismo de todos los días: pantalón negro, blusa negra y botas bajas. No tiene joyería visible. La senadora Valencia no es una mujer ostentosa. La particular simpleza de su estilo, que difiere notablemente del de otras senadoras, le permite movilizarse cómodamente por espacios que están en su mayoría repletos de hombres. Ella parece no notarlo.

Habla mirando a los ojos, sin desviar la mirada. Habla energéticamente, moviendo sus manos en mociones que exudan energía. Paloma articula lo que piensa con los dedos, pero estos no son lo suficientemente rápidos para ponerse al día con las palabras que salen de su boca. Habla del Centro Democrático, habla de Uribe, habla de las Farc. Nunca para. Mientras le susurra algo a su asesor, Samuel Guzmán, en uno de los múltiples salones del Capitolio Nacional, parece ignorar el desaliñado estado de su cabellera y la particular forma en la que está sentada.

Se encuentra en el borde de la silla con las piernas entreabiertas y una mirada calculadora.

Mientras escucha a Samuel, parece no poder quedarse quieta. Asiente con la cabeza cada tanto. Vibra con energía contenida como si no quisiera que el polvo se acumulara en sus venas. Paloma se asemeja a un ave. Siempre al vuelo, siempre al acecho.

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Cuando Paloma Valencia habla de su niñez los ojos se tornan amables y las manos se relajan. Nació en 1978 en Popayán: sus primeros años de vida transcurrieron entre su ciudad natal y Bogotá. Habla emotivamente acerca de ese tiempo, no como si estuviese trazado sutilmente en su memoria, sino como si lo tuviese grabado, entallado en su ser. La vida familiar de los Valencia y Laserna tuvo un gran impacto en ella. Admite que fueron esos primeros años los que más incidencia tuvieron en quien es Paloma hoy.

La familia de la senadora ha sido importante no sólo en el Cauca y Tolima sino en la historia del país. La política era el aire que se respiraba en su hogar. Hija de un exgobernador y exministro y nieta de un expresidente, Guillermo León Valencia, Paloma, sin estar plenamente consciente de ello, nació atada a un cielo del cual nunca pudo escapar. “Yo nací en la política. A todos en mi familia siempre les ha interesado la política. En mi casa no se habla de nada distinto. Mi papá me llevaba de bebé a los pueblos. A mi mamá le encantaba la política, a mi abuelo Laserna también”, dice.

Su abuelo, quien también fue senador, fue presidente de Colombia desde 1962 hasta 1966, una época marcada por la violencia y el resentimiento bipartidista. En 1964 León Valencia ordenó un ataque en contra de diversos enclaves guerrilleros que amenazaban con la creación de zonas liberadas del control del Estado. Ante este ataque militar, que se concentró en las zonas de Marquetalia, Riochiquito, El Pato, Guayabero, Sumapaz y la región del Ariari, las autodefensas campesinas se reagruparon y se convirtieron en guerrillas móviles. En un principio constituyeron lo que se conoce como el Frente Sur, dos años después se llamaron Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc).

Es casi irónico cómo el abuelo de Paloma Valencia, tercera en la lista del Centro Democrático, protagonizó lo que para muchos es el episodio fundacional de las Farc. Ella ha afirmado repetidamente que está en contra de los diálogos que ocurren en La Habana. “Las Farc tienen secuestrada un pedazo de la paz en Colombia”, dice Paloma, quien además ha dicho que esta guerrilla, después de firmar el acuerdo, simplemente se transformará en una policía rural: “Actualmente se están cometiendo errores que comprometen la paz a largo plazo. Estamos en un país en donde se le dan más beneficios a los violentos”.

Su niñez también está marcada por episodios que para ella son difíciles. Recuerda de manera detallada las peleas que llevaron al divorcio entre su padre, el político Ignacio Valencia, y su madre, Dorotea Laserna. Recuerda vívidamente las discusiones que se originaban por el cuidado de los tres hijos, de los cuales Paloma era la mayor. “Las discusiones por mi custodia duraron hasta que cumplí 18 años”, recuerda con claridad mientras se frota las manos.

Ver a una Paloma vulnerable es uno de esos eventos que casi no se repiten. Y es que estas historias resuenan en ella como si fuesen parte de una tierra extraña, una tierra a la que anhela regresar, en donde las cosas eran más simples y el tiempo no era objeto de discordia. Se pasaba los días jugando con animales y leyendo novelas; y discutiendo de política, claramente. Todos en su familia, dice, tenían opiniones muy diferentes respecto de los asuntos políticos, por lo que la buena argumentación era un cubierto más en la mesa de su casa.

Es por eso que ella tiene muy claros los motivos por los cuales no está de acuerdo con el gobierno de turno ni con las negociaciones de paz que están tomando lugar actualmente. Considera que los diálogos no implican un cumplimiento de justicia, ni tampoco aseguran la seguridad del país. “Cuando yo era joven salimos a pintar palomas en la Plaza de Bolívar. Pero después de la Constitución del 91 vino la época de violencia más fuerte de la que se acuerda la Nación. Lo que quedó claro es que los procesos de impunidad lo que generan es que otros sientan que pueden delinquir y que en el futuro va a haber también impunidad para ellos”, dice, refiriéndose a los problemas políticos de Colombia durante la década de los noventa.

La convicción que la caracteriza fue el fruto de una presión externa que creció al tiempo que ella. “Yo me acuerdo cuando era chiquita, de unos siete años, y mi abuela materna me decía, Palomita, ya tu abuelo Valencia fue presidente y tu abuelo Laserna fue fundador de los Andes, que es la mejor universidad de Colombia. Tú tienes que ir pensando en que vas a hacer por este país”, menciona Paloma con la insinuación de una sonrisa en sus labios.

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La mayoría de quienes trabajan para Paloma mantienen una buena relación con ella. Discute junto a su asesor las próximas reuniones programadas en su agenda. Se hacen bromas, se hablan con naturalidad. Se podría decir que tienen un vínculo casi que familiar; parecen entenderse bien. “Paloma ama la política; realmente, le apasiona. He visto que le gusta servir a los demás, servir a su país”, dice Samuel Guzmán, quien además agrega que “tiene una capacidad de expresión y una capacidad para discutir los temas con una claridad y objetividad únicas. Tiene mucha disciplina. Tiene fortaleza para hacer recorridos increíbles en todo el país”.

Otro de sus asistentes, un joven que acaba de graduarse de Derecho en la Universidad del Rosario, disfruta plenamente trabajar con ella. “Me ha encantado trabajar aquí, ha sido maravilloso”, dice Andrés Isaza, con una sonrisa carismática que parece permanente en su rostro.

La admiración con la que hablan de ella sus subalternos es similar a la fascinación de Paloma Valencia por el expresidente de la República, Álvaro Uribe Vélez. En su oficina hay un aviso que se lee como una promesa. Es cierto que las promesas solo son palabras y para los políticos son usualmente herramientas de seducción, sin embargo, para la Senadora del Centro Democrático, ese rótulo es un mandamiento:

Lo que es con Uribe es conmigo.

De esa composición de vocales y consonantes talló un templo al que visita diariamente. Tiene tatuado un credo en su frente y no está dispuesta a abandonarlo. Esta ferviente lealtad nació desde hace casi dos décadas, en 1995, y nunca murió. Tuvo su origen justo cuando Uribe fue electo gobernador del departamento de Antioquia y Paloma estaba en sus primeros años de carrera universitaria. Continuó mientras la actual Senadora fue analista política en Blu Radio, columnista en El Espectador y El País y panelista en La Hora de la Verdad, de Fernando Londoño.

Paloma lo comparó alguna vez con Simón Bolívar, quien se convirtió en leyenda y en objeto de culto. Bolívar es visto por muchos como un libertador, la máxima expresión de autonomía. Sin embargo, por otros es concebido como un tirano que admiraba vigorosamente a la monarquía y que encabezó una guerra de violencia perpetua.

Uribe tiene un carácter similar en Colombia. Se trata de un hombre excepcionalmente complejo, adorado por muchos y odiado por otros. Paloma Valencia se encuentra claramente en el primer grupo. “Yo creo en sus ideas, creo en que el presidente Uribe ha transformado el país para bien”, dice, mientras cierra sus manos en puños. Sus dedos tiemblan como si estuviesen escribiendo algo en la mesa en donde se apoyan:

Lo que es con Uribe es conmigo.

El expresidente ha sido el centro de muchas controversias, pero hay una que se destaca y que tiene nombre propio: los falsos positivos. Estos crímenes, atribuidos al Ejército colombiano durante el gobierno de Uribe, consisten en una serie de revelaciones que ocurrieron en el año 2008, en las cuales se informaba que brigadas de combate asesinaban a civiles con el propósito de presentarlos como guerrilleros muertos.

Paloma, quien se considera un soldado de la causa de Uribe, no titubea al defenderlo en este tema. Cuando se le cuestiona acerca de la responsabilidad del político en los falsos positivos, pareciese que repitiera mentalmente su credo una y otra vez:

Lo que es con Uribe es conmigo.

“Este es un país en donde, en todos los sectores, tanto privados como públicos, la gente no tiene límites morales. Si tú mandas a alguien al supermercado para que haga el mercado y la persona decide robar el supermercado, ¿qué tanta responsabilidad tienes tú?”

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Para el imaginario colectivo de los colombianos, Paloma Valencia simboliza la extrema derecha política, pero el asunto es mucho más complejo de lo que parece a simple vista. “¿Que si soy de derecha? Depende de qué entiendas por derecha”, afirma segura. Paloma dice creer en un Estado que se fundamenta en los derechos individuales, en la libertad de mercado, en la libertad de empresa y además mantiene una posición totalmente laica en cuanto a la administración estatal. “Yo soy un liberal del siglo XVIII”, afirma con convicción.

Valencia insiste en la palabra liberal cuando se define a ella misma. Considerando que ha expresado estar de acuerdo con el matrimonio igualitario, la adopción de niños por parte de padres del mismo sexo, la despenalización del aborto y la eutanasia, se podría llegar a pensar que ideológicamente ella no pertenece a este partido. Pero técnicamente, si lo hace y en Colombia, esto significa mucho. En este país no se puede ser  un conservador con tendencias liberales. Aquí el que es de derecha es de derecha y el que es de izquierda es de izquierda.

El Polo Democrático Alternativo es uno de los partidos más reconocidos de la izquierda colombiana. Es ideológicamente opuesto al Centro Democrático en múltiples cuestiones. Manuel Sarmiento, concejal de Bogotá por el Polo, ha criticado abiertamente al partido de la senadora Valencia, principalmente por sus divergencias en el ámbito económico. “Recordemos que el expresidente Uribe es un fervoroso creyente de las teorías y los dogmas neoliberales, el promovió varios tratados de libre comercio y nos oponemos a este tipo de políticas porque destruyen el aparato político nacional y bueno, Paloma Valencia es muy coherente con ese tipo de posiciones”, opina Sarmiento.

Claudia López es uno de los pilares del partido Alianza Verde, el cual es reconocido por ser políticamente de centro. López tiene una postura muy clara respecto a la participación de las mujeres en posiciones políticas en Colombia. En repetidas ocasiones ha enfatizado en la importancia del rol activo de la mujer en la política, el cual, según ella, se ha ido acrecentando en los últimos años aunque sigue siendo mínima en comparación con la del hombre.

“En el Senado es donde estamos mejor representadas, pero aun allí hay un gran desnivel. Desde 1991 la participación política de las mujeres en el Senado se ha triplicado, pasamos de ser el 7% del Congreso en 1991 a ser el 23% en 2014. Al ritmo actual,  las mujeres de Colombia tendríamos que esperar más de un siglo para lograr una representación proporcional.”, dice López, quien opina que esta inequidad es injusta en la medida en que las mujeres son más de la mitad de la población y como tal merecen una representación equitativa.

Es entendible entonces que la senadora López aprecie la participación de las mujeres en el Congreso, así estas  sean ideológicamente opuestas a ella, como es el caso de Paloma. “En toda democracia es fundamental que existan antagonismos, son una expresión de libertad de opinión y permiten enriquecer el debate público. Por eso, veo con mucho respeto el trabajo que adelanta la senadora Paloma Valencia. Somos distantes en muchos temas pero eso no implica que tengamos una mala relación”, afirma.

Y es que de Paloma Valencia se pueden decir muchas cosas, pero no que no es fiel a sus convicciones, ni mucho menos que le da miedo expresarlas. ¿Qué si son correctas? Eso queda a consideración de cada quien. Las constantes acusaciones de la legisladora Valencia ante la agenda del gobierno y de las Farc le ganó una invitación del guerrillero alias Pablo Catatumbo, quien es uno de los principales negociadores de las Farc. Catatumbo, en una entrevista a la emisora payanesa ‘Radio 1040’, dijo: “Le estoy haciendo una invitación a que venga a La Habana y podamos conversar de estos asuntos, que lo que estamos haciendo aquí no es lo que ella se imagina, no es un despojo ni a los indígenas ni a los campesinos de su tierra, no estamos negociando cosas que no se ha dicho”.

Las aspiraciones de esta mujer se erigen sobre la idea de un país unificado y sin grupos al margen de la Ley. Su idea de paz es muy distinta a lo que se discute hoy en La Habana. Para ella, los diálogos entre las Farc y el gobierno son no sólo una rendición del Estado ante el terrorismo sino además una solución apenas paliativa para eliminar, de una vez por todas, el conflicto en Colombia. Es por este motivo que Paloma difiere del actual gobierno imperante en el país, siendo así la oposición su más claro motivo de orgullo y la piedra fundamental de todo proyecto a futuro.

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Además de su carrera política Paloma es una apasionada literata. Uno de sus ascendientes fue uno de los personajes más importantes de principios de siglo XX. Guillermo Valencia, su bisabuelo, fue un poeta muy influenciado por el romanticismo y el simbolismo. Si bien fue político, nunca tuvo una carrera prolífera. Se postuló sin éxito dos veces a la Presidencia de Colombia y, al igual que su bisnieta, se podría decir que Valencia fue un hombre enmarañado, casi contradictorio: era un poeta modernista, un político conservador.

Tomando esto en cuenta no suena tan descabellado pensarla ahora como estudiante sobresaliente de Derecho y luego Filosofía en la Universidad de los Andes, así como también de una maestría en Escritura Creativa en la Universidad de Nueva York. Una de sus profesores en los Andes, Margarita Cepeda, maestrea de filosofía, recuerda que “Paloma fue una estudiante lúcida, dedicada y crítica". Esto también explicaría la facilidad que tiene la Senadora para expresarse ante una audiencia, sin vacilaciones.

En el 2011, durante su estadía en Nueva York, sacó un libro de cuentos acerca del conflicto armado. La obra, titulada Otras culpas, amplía el espectro de lo que Paloma Valencia representa. Aquella mujer que propuso dividir política y administrativamente al Cauca, a quien muchos comparan con Hitler y que es percibida como un apéndice de Uribe, escribió en el primer capítulo de su libro:

Miyuki Muraatsu estaba tirado en el potrero. Las aguas de la Honda acariciaban sus pies descalzos. El sonido fresco de la corriente era lo último que había tocado su corazón. Un charco de sangre goteaba desde la orilla de su cuerpo y se sumergía sin dejar huellas en las aguas cristalinas de la quebrada. Sus ojos opacos habían quedado fijos en el agua, como si su vida se hubiera ido tras ella. Una sonrisa le torneaba los labios y el sol radiante le iluminaba los dientes.

Por las venas de la senadora del Centro Democrático corre algo más que oxígeno y hierro, corre la respuesta a esa petición que le hizo su abuela hace ya tantos años: Tú tienes que ir pensando en qué vas a hacer por este país. La semilla que se le sembró desde el momento en que llegó al mundo ha echado raíces en una mujer compleja y pujante, que no va a parar hasta conseguir lo que quiere. Para esto se ha preparado toda su vida.